El Sr. Rico y la Iglesia

Su carta ha suscitado mi interés. No por su crítica al Sr. Martínez Perea (con el que coincido sustancialmente), o por su disquisición sobre la fe en Izquierda Unida. Ambos sabrán defenderse, si lo consideran oportuno.

Tampoco por su profunda animadversión a los peligrosos izquierdistas que dan las conferencias en el CERPA, que “cuentan” cosas que nos “tragamos” muchos ripenses ávidos de ciencia y de cultura. Es una pena que su furor ideológico le impida beneficiarse del “pensamiento único” de Arsuaga, Margarita Salas, Delibes, Induráin Muñoz o Victoria Camps, entre otros muchos.

Me interesa, sobre todo, su actitud. Cuando se habla de temas tan importantes y complejos como las creencias (sean o no de origen religioso), cabe hacerlo con ironía, incluso con humor, pero conviene hacerlo sin hostilidad. Y usted esparce demasiada en su contestación. Y esta hostilidad tiene dos consecuencias que envenenan: empaña el entendimiento y son la puerta hacia la agresividad.Espero y deseo sinceramente que usted no se encuentre aún en ninguno de estos supuestos.

Me interesa también aclararle un malentendido, interesado, muy común entre las personas de la derecha confesional (¿existe la no confesional?): la equiparación de los partidos políticos, y su financiación, a las confesiones religiosas.

Nuestra Constitución establece cuatro valores superiores de su ordenamiento jurídico: libertad, justicia, igualdad y pluralismo político (artículo 1). No pluralismo religioso o asociativo de cualquier otro tipo. Pluralismo político, que sólo expresan los partidos políticos (art. 6). Así pues, el Estado de Derechos sólo puede vertebrarse políticamente a través de ellos, y no de las confesiones religiosas. De ahí que su financiación se establezca mediante ley orgánica y su actividad económica la fiscalice el Tribunal de Cuentas.

Cierto que el asunto de la financiación de los partidos políticos sigue pendiente de un adecuado tratamiento, actualizado y realista, que evite las tentaciones clientelares, con resultados claramente delictivos en muchos casos. Pero esto es otra historia. Por tanto, debe quedar claro que, aún reconociendo el carácter básico de los derechos y libertades reconocidos en nuestra Constitución, por encima de ellos, como valor superior, figura el pluralismo político expresado a través de los partidos. No cabe equiparación partido político/confesión religiosa. Constitución dixit.

Me interesa, por último, aclarar algunos malentendidos financieros. “Con datos que todo el mundo puede consultar en internet”, como usted dice. La iglesia católica no recibió en 2005, 128 millones de €, sino 141,5 millones de €, sólo para el mantenimiento del clero. Y punto.

La Conferencia Episcopal no le ofrece en su web ninguna información sobre subvenciones a centros privados de propiedad eclesial, salarios de los catequistas de religión en la escuela pública, subvenciones para organizaciones sociales de titularidad eclesial, actuaciones sobre el patrimonio artístico, exenciones y bonificaciones fiscales a la iglesia, impuestos a los que no está sujeta. Sobre todo esto, no encontrará ninguna información de origen episcopal. Y no le ofrece ningún dato a la sociedad porque se harían demasiado visibles sus privilegios en este supuesto Estado aconfesional. Y sería un escándalo social.

Pero yo le adelanto una estimación de lo que puede estar recibiendo del Estado: 5.000 millones de euros. Ah, y de los 141,5 millones de € recibidos en 2005, los católicos tampoco han tenido que poner ni un solo euro de su bolsillo. Lo hemos pagado a escote los españoles de todas las creencias (no religiosas o religiosas) del Presupuesto del Estado. En fin, es un tema complejo y amplio, pero si tiene interés en informarse con más amplitud le sugiero que teclee “laicorivas” en Google y lea los documentos que llevamos publicados hasta la fecha. Ampliará su información y no le perjudicará. Espero y deseo, sinceramente, que su fervor ideológico se lo permita.

Enrique Ruiz del Rosal