Ante los ataques violentos a una clínica de Madrid

Una vez más hemos asistido a un hecho de ese “terrorismo de baja intensidad” que consiste en atentar violentamente contra algún centro médico en el que se producen interrupciones del embarazo completamente legales. Desde que se aprobara la ley, allá por 1985, se han venido produciendo atentados de este tipo, con daños personales en algunos casos, por individuos violentos cuya concepción de la vida humana les impide acatar la legalidad vigente y les lleva a imponerla con la práctica, no sólo antidemocrática, sino también terrorista, de “los puños y las pistolas”.

Resulta inútil intentar razonar con individuos que no distinguen un cigoto de un feto, por lo tanto no podemos entrar en el fondo del asunto. Además su especialidad no es pensar. No pasaría de ser un problema educativo, en etapas más tempranas de su formación, o un problema policial en su fase de adultos. Lo preocupante es que estos jóvenes violentos encuentran habitualmente su coartada intelectual en el discurso teórico de la jerarquía católica.

El discurso de la jerarquía católica está interesadamente plagado de una terminología valorativa profundamente negativa: 1) utilizan indiscriminadamente el término aborto para referirse a lo que la mayor parte de las veces se trata de interrupciones del embarazo; 2) a la selección genética de pre-embriones para evitar una discapacidad se la tacha de “matanza selectiva”, cuando no de “tirar a la papelera seres humanos”; 3) a la destrucción justificada de un embrión en estado pre-implantatorio se la adjetiva como “matanza” u “homicidio”; 4) en definitiva, adjetiva todo este artificio ideológico como “defensa de la vida”, “crimen abominable” o “matar a un ser humano inocente”. Todas ellas son expresiones científicamente inexactas, éticamente incorrectas y estéticamente deplorables.

Dejando aparte los indudables aspectos éticos, técnicos y jurídicos sobre los que se podría discutir, es evidente que situar a cualquier mente juvenil (y también adulta) ante semejante aparato de agresividad verbal, negatividad y “desprecio por la vida”, les lleva a percibir a quienes no piensan igual que ellos como auténticos asesinos a los que se puede (y debe) eliminar. De esa percepción a la conducta terrorista hay un trecho muy corto, que algunos rebasan.
Sin embargo, la no distinción por la iglesia católica entre la anticoncepción y el aborto ha provocado miseria o muerte para millones de seres humanos durante el pasado siglo. Nunca lo reconocerá ni pedirá perdón por ello, pero en la actualidad ya distingue entre ambos conceptos, aunque sea nominalmente y no ha emitido ni una mínima señal de disculpa.

La jerarquía de la iglesia católica debe exigirse a sí misma, por lo tanto, la defensa de sus ideas acatando y respetando la legalidad vigente establecida por el Parlamento y rebajando el nivel de adjetivación agresiva, fanatismo y dogmatismo contra los que no piensan como ella. La sociedad civil, plural, democrática y laica, permite expresar sus ideas libremente a la jerarquía católica, así como que exhorte a sus fieles a sentirse vinculados por sus razonamientos morales. Lo que no puede permitir es que intente imponer su particular cosmovisión al conjunto de nuestra sociedad plural. Esta concepción del funcionamiento de la sociedad es sencillamente totalitaria.

Por último, se echa en falta sistemáticamente, cada vez que surge un atentado de estas características, la denuncia firme y valiente de la jerarquía contra estos verdaderos actos terroristas, en defensa de la vida del personal médico y los pacientes que ejercen su libertad ciudadana al amparo de la ley. Aunque sólo fuera para disipar cualquier duda sobre su posible connivencia intelectual con estos hechos. La sociedad civil, plural democrática y laica se lo agradecería.
Enero 2007

M. Enrique Ruiz del Rosal
Presidente de la Asociación Laica de Rivas Vaciamadrid