Estimada Sra. María Rueda: yo también soy vecino de Rivas Vaciamadrid y recientemente hemos formado una Asociación Laica en este municipio. El sentido de mi carta es aclararle algunos malentendidos que se deslizan en su misiva, en relación con el cementerio municipal.
En primer lugar, el hecho de que esté bendecido no tiene ninguna connotación jurídica ni formal; sólo tiene significado para las personas de su confesión religiosa. De esa circunstancia no surge ningún derecho. Lo que usted ignora es que el cementerio es propiedad del municipio y lo costeamos todos los ciudadanos de Rivas Vaciamadrid, tanto los que tienen creencias religiosas como los que las tienen de cualquier otra índole. Por tanto es un bien público, cuyo uso y “disfrute” no puede ser privativo de ninguna confesión. Todos tenemos derecho a usarlo. Así de claro.
Resulta obvio deducir que, en consecuencia, ninguna confesión religiosa tiene derecho a apropiarse la denominación del cementerio, como sucede en la actualidad. En tiempos de la Dictadura, el Estado tenía una religión, la católica, que impregnaba no sólo los usos y costumbres ciudadanos, sino también los bienes y los actos estatales. Desde que se aprobó la Constitución, el Estado es aconfesional y los Ayuntamientos, que también son Estado, no pueden vincular su patrimonio ni su actividad con ninguna confesión religiosa. Lo contrario es, sencillamente, anticonstitucional.
De ahí nuestra petición de que se denomine “civil”, esto es, de todos los ciudadanos. Su sarcasmo respecto a que se denominen así los bares, las calles, etc., puede ser producto de su desconocimiento: el sustantivo civil o público, que para el caso es lo mismo, se utiliza para distinguir los bienes o servicios de uso privado por una parte de la población (católica, por ejemplo), de los que pertenecen a todos, en general. Así, existen edificios públicos (civiles), colegios públicos, bodas civiles y cementerios civiles, porque pertenecen a, y pueden ser usados por, todos los ciudadanos. Los que tienen y usan edificios privados (iglesias, por ejemplo), colegios privados (católicos, por ejemplo) y cementerios católicos, se los deberían pagar de su propio bolsillo. Lamentablemente, tras casi 30 años de Constitución, el abuso (o el privilegio, según se mire) de que paguemos todos los ciudadanos lo que sólo a los fieles católicos compete sigue presente en nuestra sociedad.
Dice en su carta que respeta a los que no piensan como usted, pero nos comunica que ese cementerio (municipal, no lo olvide) es sólo para los cristianos (¿también los protestantes y los ortodoxos?) y que los demás nos busquemos la vida (perdón, la muerte). Curiosa forma de respeto y tolerancia disfrazada de exclusión.El pensamiento laico nos permite respetar sus creencias, pero no estamos dispuestos a permitir que nos imponga las suyas.
En todo caso mis últimas palabras son tan sólo para agradecerle que lea nuestros comunicados y para hacerle ver que sólo desde la libertad de creencias y de la separación real de las iglesias del Estado podremos construir una sociedad de ciudadanos en la que quepamos todos, sean cuales sean nuestras creencias.
Febrero 2007
Enrique Ruiz del Rosal
Asociación Laica de Rivas Vaciamadrid