Carta dirigida a José Antonio Riber con comentarios a su artículo publicado en Zarabanda en enero de 2016

26 de enero de 2015

He leído con interés tu artículo La laicidad no supone humillar a la religión publicado en Zarabanda y te felicito por tu reflexión. Ciertamente hay mucha confusión en torno al laicismo y la laicidad entre la población. Considero necesario aclarar varios conceptos que en mi opinión confundes.
La laicidad es el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos. Este principio se consigue a través de la separación jurídica del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares.
El laicismo es el movimiento histórico, social y político de la reivindicación de laicidad del Estado y sus instituciones.
La laicidad del Estado es ante todo un principio de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los une, y no sobre lo que los separa.
Concuerdo cuando afirmas que el laicismo no es enemigo de las religiones. El principio que rige nuestro ideario es la libertad de conciencia de las personas por lo que sus creencias religiosas deben ser respetadas al máximo. Por esa razón, no estoy de acuerdo en que en el segundo párrafo afirmes que el laicismo = hostilidad o indiferencia contra la religión, que entiendo que se contradice con tu afirmación anterior. El laicismo no es antirreligioso, ni tiene interés en perseguir o prohibir ninguna creencia. No busca la confrontación. Iría contra sus principios cuyo máximo exponente es el de la libertad de conciencia, que garantiza la posibilidad de que cualquier persona pueda elegir, expresar y practicar la creencia que sea de su interés.
La “instrucción religiosa”, que nosotros respetamos, no le corresponde al Estado, sino a las propias organizaciones religiosas. De esta manera, el Estado mantiene el principio de neutralidad, autonomía e independencia que tú -y nosotros los laicistas- defendemos. Coherente con esas ideas tendrás que aceptar que el Estado debe aplicar el principio de igualdad jurídica que le obliga a no otorgar privilegios a ninguna creencia y el adoctrinamiento religioso en las escuelas públicas o privadas financiadas con fondos públicos es un privilegio.
El laicismo defiende la libertad de creencias y de culto de todas las personas, así como el derecho de éstas a organizarse y manifestarse públicamente. Más aún, el Estado debe garantizar el ejercicio de esos derechos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todas las personas merecen ser respetadas como seres humanos que son. Los dogmas, costumbres o tradiciones que éstas pueden defender, al no ser objetos de los derechos individuales que son propios de los seres humanos, son susceptibles de recibir críticas, desde el momento que se hacen públicas o se difunden.
Deseo que nuestros escritos aporten argumentos para el nuevo proceso de transformación política que viene y sirvan de acicate para el cambio de nuestra ambigua Constitución, para que garantice la “autonomía” y la mutua independencia entre las creencias y las instituciones del Estado. Que ha de ser laico.

Fernando Arias, Presidente de la Asociación Laica de Rivas Vaciamadrid en representación de la Asociación.

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